El periodo histórico "antiguo" se refiere a todas las culturas de la Edad del Bronce y del Hierro que prosperaron en dicha área, a partir del momento en que empiezan a ser conocidas por medio de documentación escrita.
Las primeras fuentes literarias datan del año 2600 a.C. aproximadamente y están codificadas en escritura cuneiforme, en lengua sumeria y poco después en varias lenguas semíticas.
Aunque las civilizaciones urbanas de Mesopotamia ejercieron un importantísimo influjo en toda el Asia occidental, nunca fueron culturalmente homogéneas, sino que abarcaron a grupos tribales no sedentarios, pastores seminómadas y pueblos agrícolas rurales de diferentes ramas étnicas y lingüísticas.
En el segundo y primer milenio a.C., algunos de estos pueblos desarrollaron unidades políticas independientes (jefaturas o estados) y tuvieron acceso a la escritura, mientras que otros se mantuvieron como minorías bajo el control directo de poderosos estados.
La introducción del caballo (a mediados del segundo milenio) y del camello permitió vencer distancias y propició un contacto más estrecho entre las diversas poblaciones de Oriente Próximo y entre las regiones más remotas del mundo antiguo, incluidos Egipto y Etiopía, el área transcaucásica y el Irán oriental.
La aparición de grandes estados imperiales multiétnicos que se disputaban territorios coloniales fue característica del periodo comprendido entre aproximadamente 1500 a.C. y mediados del primer milenio.
La caída de los estados oriundos de esta región —Asiria inicialmente y Babilonia después— allanó el camino para la conquista persa en tiempos de los reyes aqueménidas, quienes gobernaron durante un breve periodo de tiempo en todo el Oriente Próximo, así como en Egipto.
Alejandro Magno se propuso desafiar el control persa y, aunque sus éxitos fueron fugaces debido a su muerte prematura, sus conquistas dieron paso al control foráneo sobre toda la región, que se iba a prolongar durante siglos, en primer lugar bajo mando macedonio y más tarde bajo el dominio romano y bizantino.
La muerte de Alejandro Magno en 331 a.C. señala, por tanto, el final "oficial" del antiguo Oriente Próximo