Los mitos ugaríticos más importantes, que constituyen un ciclo de tres episodios interrelacionados, tratan sobre el joven dios de la tormenta Baal. Probablemente, el conjunto se recitaba en una gran celebración de otoño que conmemoraba el final del año agrícola y el deseo de que llegaran las primeras lluvias (al igual que la epopeya de la creación babilónica se recitaba en la festividad del Año Nuevo).
El primer texto habla de la victoria de Baal sobre Yam, elmar. También llamado Nahar (río) ydragón,serpiente yLeviatán en otros documentos ugaríticos, Yam era el equivalente de la Tiamat mesopotámica.
Al principio del mito, Yam reclama el poder regio y El, dios supremo, decide concedérselo, pero a condición de que primero venza a Baal. Esta parte del texto muestra tensiones y rivalidades entre el viejo El y el joven Baal, que también aparecen más adelante. Con la ayuda de las armas mágicas que le da el artesano divino, Baal entabla combate con Yam, le mata, desperdiga sus restos y se autoproclama rey. Yam representa las fuerzas ingobernables del caos, que amenazan a los hombres y a la naturaleza. Al derrotarle, Baal demuestra que puede dominar el fluir de las aguas del cielo y enviar a la tierra las lluvias de las que depende la agricultura.
El segundo episodio se inicia con un gran banquete para celebrar la victoria de Baal sobre Yam, a pesar de lo cual Baal pasa a un segundo plano, y sigue un relato de la sangrienta matanza de los fieles de Baal a manos de Anat, que quizá refleje la angustia de la población al final de la estación seca. Baal trata de dominar a Anat prometiéndole revelarle el secreto de las tormentas, que provocarían las lluvias portadoras de vida. A continuación, Baal se queja de no tener un palacio como los demás dioses, y Anat se presenta ante El para pedirle que le conceda una casa a Baal, pero al principio El se niega. Por último, su consorte, Asherah, le convence, y sigue una descripción del edificio del palacio en el que se establece Baal, acontecimiento que se celebra con una gran fiesta. Tras esta narración se oculta un mito sobre el templo de Baal en Ugarit, semejante al edificio de Esagila consagrado a Marduk tras vencer a Tiamat. Al final, Baal pregunta si existe alguien que pueda resistirse a su poder supremo y reta a Mor, dios de la muerte, monstruo primordial de la tierra (el paralelo de Yam, monstruo primordial del mar), y esto sirve de introducción a la tercera parte del mito.
El tema del último capítulo es la tentativa de Mot de usurpar el trono de Baal por medio de dos confrontaciones. En primer lugar, Mot obliga a Baal a someterse a su poder y a descender a los infiernos, provocando así la sequía estival. En ausencia de Baal y a petición de El, Asherah designa rey a su hijo Ashtar, quien demuestra no estar capacitado para la tarea, y mientras tanto, Anat va en busca de Baal. Cae sobre Mot, lo mata, lo trilla y lo quema. Pero parece que sólo se presenta un aspecto terrenal de Mot, ya que en un episodio que rememora el peligroso viaje de Istar, Anat desciende a los infiernos para intentar convencer a Mot de que libere a Baal. Por último, y gracias en gran parte a la intervención de Shapash, diosa del sol, Baal regresa y recupera su posición anterior.
Después, Mot lanza su segundo reto: abandona su morada subterránea y se enfrenta cara a cara con Baal por primera vez. Se entabla una lucha que acaba en empate, pues aparece El y convence a Mot de que reconozca a Baal como rey.
Como personificación del último enemigo del hombre, la muerte, Mot no puede ser vencido; Baal únicamente puede mantenerlo a raya con la ayuda del jefe supremo de los dioses. En este punto, el mito toca un tema tratado con mayor patetismo en la epopeya de Gilgamesh: la tragedia universal de la muerte.