(Génesis IV: 1 -22)
Adán y su esposa Eva tienen dos hijos: el primero es Caín y el segundo Abel. Abel es pastor y Caín agricultor. Caín realiza un sacrificio y ofrece frutos de sus campos y lo mismo hace Abel, que ofrenda el primogénito de sus rebaños.
Dios aprecia la ofrenda de Abel, pero hace caso omiso de la de Caín, que se enoja por el desaire. Dios se da cuenta de su enfado y le advierte que controle sus impulsos, pero Caín invita a su hermano a ir a sus campos, donde lo mata.
Cuando Dios le pregunta dónde está Abel, contesta que su hermano no está a su cargo. Dios lo maldice comunicándole que a causa de su crimen la tierra ya no producirá nada para él y tendrá que vivir errante. Caín se marcha y se dirige al este del Edén; su esposa alumbra a un hijo, Enoc, cuyos descendientes son gentes que viven en tiendas y cuidan rebaños, tañedores de laúd y flauta y herreros.
(Para una rivalidad semejante entre agricultores y pastores, aunque saldada a favor de éstos, véanse los mitos sumerios Enmesh y Enten, Lahar y Ashnan.)