Enuma Elish

La creación babilónica

Este largo texto, del que existen varias versiones desde el siglo XII hasta el VII a. C, era recitado con motivo de los festejos babilónicos Near. En Asiria, circulaba una versión similar, en que se presentaba a su dios nacional, Assur, en lugar de a Marduk. El grueso del texto lo ocupa una larga enumeración de los nombres de Marduk, su glorificación y una alabanza de Babilonia. El mito cosmogónico, que reelabora relatos más antiguos sobre la Creación relacionados con otras deidades, da entrada a las letanías.

Al principio, antes de que se diera nombre a los Cielos y la Tierra, se mezclaron las aguas primordiales. De esta fuente creadora salen tres generaciones de dioses, que conducen a Anu y a Ea (el sumerio Enki). Los jóvenes dioses son inquietos y estorban la paz de Apsu, su antepasado, que decide terminar con ellos. Este plan es desbaratado por Ea, que lanza un conjuro sobre Apsu para que caiga en un sueño profundo mientras Ea toma posesión de las profundidades acuáticas como dominio propio y vive allí con su esposa Damkina. Esta da a luz a Marduk, cuyo vigor molesta al consorte de Apsu, Tiamat. Incitado por los otros dioses mayores, se prepara para dar batalla a Marduk, y reúne una hueste de monstruos y serpientes encabezada por su hijo Kingu.

Como Ea no consigue imponerse con sus poderes mágicos a su hueste, apela a Marduk para que entre en lucha. Marduk acepta, con la condición de que, en caso de que él venza, tendrá poder absoluto sobre los dioses. Se acepta la condición, y él se dota de armas imbatibles, incluidos los siete vientos. Desencadena una tormenta y carga contra Tiamat, a quien captura en su red y lo inmoviliza con ayuda de los vientos. A continuación, acorrala al ejército en fuga y atrapa a Kingu, de quien obtiene las Tablillas del Destino.

Parte en dos el cuerpo tendido de Tiamat, cuya parte superior coloca arriba para formar el cielo, completo con estrellas y planetas. La parte inferior se convierte en la tierra, y el Tigris y el Eufrates fluyen de la cuenca de sus ojos. Su cola anudada sirve de tapón para impedir que las aguas aneguen el país. Cielo y tierra están separados por sólidas columnas. Las Tablas del Destino las entrega a Anu para que las ponga a salvo, y a partir de entonces entra a formar parte oficialmente de la asamblea de dioses. Kingu, acusado de haber promovido la revuelta, es ejecutado y con su sangre y arcilla Ea crea al Hombre, a quien le impone la obligación de estar al servicio de los dioses, lo cual libera a los dioses Annunanki de toda tarea. En agradecimiento, éstos construyen un santuario para Marduk, que él llamará Babilonia. Después, todos los dioses toman asiento para festejarlo.

El texto prosigue con la exaltación de Marduk.