(tablilla número once de la edición de Gilgamesh)
La historia le es relatada a Gilgamesh por el héroe del diluvio Utnapishtim. Las semejanzas con la historia bíblica del diluvio son notables.
Utnapishtim es un habitante de la ciudad babilónica de Shurrupak. Recibe un mensaje del dios Ea (a través de un muro de ladrillos) según el cual está a punto de desencadenarse un diluvio. Ea le indica que construya una barca, le da las medidas exactas y le advierte que comunique a sus curiosos conciudadanos que se está preparando para vivir con Ea en su morada acuática del interior de la tierra. Cuando el navío está listo, embarca a su familia y también carga en él plata y oro y todas las especies de criaturas vivientes. En el momento convenido, los diques se rompen, suben las aguas subterráneas y empieza a llover. La tormenta es tan violenta que incluso los diosesse encogen como perros.
Al séptimo día, el diluvio remite y, cuando Utnapishtim mira afuera por una rendija, se da cuenta de que el barco ha encallado. Suelta una paloma, pero al no encontrar ningún lugar donde posarse regresa al navío. Una golondrina no tiene más suerte. De modo que al final suelta a un cuervo, que come y vuela, pero no retorna a la barca. Utnapishtim desembarca con su familia y realiza un sacrificio, haciendo libaciones y quemando incienso. Los dioses, al percibir el dulce aroma, acuden como moscas en torno al sacerdote y su ofrenda.
La diosa madre llega, afligida por la aniquilación de sus criaturas y jurando que nunca olvidará lo sucedido. Culpa a Enlil de la casi total erradicación de la humanidad. Aunque Enlil está furioso porque una familia humana ha conseguido escapar al diluvio, Ea aplaca su ira y confiesa que ha sido él quien instruyó a Utnapishtim para que escapase. Enlil, ya más tranquilo, bendice al héroe del diluvio y a su esposa y les concede vida eterna.