Si bien los babilonios heredaron la cultura y las instituciones culturales de sumeria y adoptaron un buen número de mitos sumerios, su sensibilidad religiosa debe mucho a sus orígenes pastoriles. Las deidades sumerias más importantes fueron rebautizadas simplemente con apelativos semíticos (An pasó a ser Anu; Enki, Ea; Enlil, Ellil; Inanna, Ishtar; Utu, Shamash; Nannar, Sin), pero no aparecieron nuevas deidades.
Los asuntos importantes eran la justicia, la moralidad y la piedad personal, así como la preocupación por la muerte y el inframundo (Nergal, Ereshkigal, Adapa, Gilgamesh, Atrahasis). Aunque parte de los mitos sumerios se trasvasó a la mitología babilónica, en ésta se acentuaron unas actitudes más pesimistas, acordes con la inestabilidad social y política del segundo milenio y el comienzo del primero a. C. Se encuentran en un mundo más impredecible, en que unos dioses arbitrarios sostienen y a la par amenazan el orden universal. Existe también una nueva conciencia de la identidad y de la ideología nacionales, tal como se ejemplifica con el ascenso del dios Marduk (véanse La épica de la Creación, Erra).