Según Zoroastro, el Eterno, el dios supremo, invisible, incomprensible, sin comienzo ni fin, el señor del tiempo sin límites (Zervan Akarena), que se engendró a sí propio, creó dos principios, dos seres: Ormuz (Ahura Mazda), el bonísimo, el sapientísimo, y Ahrimán (Ayra Manya), el malvadísimo, el inteligentísimo. Aquél, la luz, la verdad, la felicidad. Este, las sombras, la mentira, el dolor. Aquél, la fecundidad de la Naturaleza y su conservación. Este, la destrucción de todo.
Hijos de Ormuz son los siete Amshapands; esto es: hombres, animales, fuego, metales, árboles, agua y tierra; reyes de la luz, Manantiales inagotables de la verdad y la belleza, modelos y dechados de las criaturas, llamados Rahman (rey y regulador del firmamento), Abutad (que lleva las almas a la morada eterna), Ardíbehechet (que preside el fuego), Shariver (que preside los metales, Sapadoinad (que preside la vida campestre), Khordad (que reina sobre las aguas) y Armaiti (que preside la vegetación).
Bajo la autoridad de los Amshapands puso Ormuz a los Izeds, príncipes y capitanes, que ayudan a los hombres a triunfar y a bien morir.
El más poderoso de los Izeds es Mitra, ministro predilecto de Ormuz, su gran guerrero leal. Mitra dirige a los Ferwers, arquetipo, de los hombres. Mitra, con Zervan y Ormuz, forma como una triada divina, representación del pensamiento, de la palabra y de la acción.
Pero estas tres personas no se confunden en una, ya que de ellas la única eterna es Zervan.
Según Zoroastro, Ormuz creó el mundo con su palabra, y Mitra es el encargado de conservarlo, repitiendo sin cesar dicha palabra. Y el hombre fue creado. puro y nació de Abudad, el toro primitivo, en quien Ormuz había depositado los gérmenes de todas las existencias físicas. El primer hombre se llamó Kaimorts, y fue unido a su ferwer, a su representación inmaterial, a su alma. Inmediatamente se inicia la lucha entre Ormuz y Ahrimán por la) salvación o la perdición del hombre. Y así como del primero nació Mitra. de Ahrimán nace Mitra-Darnoj, enemigo encarnizado de Mitra. Para esta lucha, para este dualismo, de los que emanan todos los dogmas y los ritos de la mitología persa, el eterno Zervan tiene fijado un limite: lo forman cuatro milenarios divididas en cuatro edades de duración igual.
En la primera época, gobierna pacíficamente Ormuz.
En la segunda se inicia la lucha entre Ormuz y Ahrimán.
En la tercera, creado ya el hombre, Ahrimán se pone a la cabeza de los Devas para, invadir el imperio de Ormuz.
En la cuarta, arrojado Ahrimán a los sombríos abismos por la espada victoriosa de Mitra, el dios del mal se dedica a perturbar la vida de Kaiomorts, el primer hombre.
En el último milenario, una gran catástrofe borrará hasta las raíces el mal; y de la paz que suceda al cataclismo resucitarán Meskia y Meskianea, quienes repoblarán el mundo hasta el día glorioso del juicio universal. En este día todos los poderes se fundirán en Ormuz; el reino de Ahrimán quedará pulverizado. Y brillará la eterna dominical luz.