En las regiones del Sahara y Sahel del norte de África se conciben los niveles superior e inferior del universo como aspectos opuestos de un «árbol cósmico», con forma de vid en el primero y de higuera en el segundo. En la tierra, situada entre los cielos y los infiernos, el árbol aparece como un granado. En los oasis del Sahara se plantan representaciones de los tres niveles del árbol cósmico: una viña al este de un sembrado, símbolo del cielo, un granado en el centro, símbolo de la tierra, y una higuera en el límite occidental, símbolo de los infiernos.
En otras regiones de África se imagina el árbol de los muertos como un mundo celestial, no infernal, pero parecido al mundo de los vivos. Entre los tonga de Mozambique circula un relato sobre una muchacha que rompió el cántaro cuando iba al río. Gritó y apareció una cuerda, que colgaba del cielo. La muchacha trepó por ella y encontró una aldea, en la que vivían los muertos. Una anciana le dijo que continuara andando y que siguiese el consejo de una hormiga que se había colado en la oreja de la joven. Llegó a otra aldea, y los ancianos la pusieron a trabajar. A la mañana siguiente, contentos con lo que había hecho, los ancianos le enseñaron a unos niños, algunos envueltos en ropas rojas y otros en ropas blancas. La joven estaba a punto de elegir uno de rojo cuando la hormiga le susurró al oído que cogiese uno de blanco, y ella obedeció. Al regresar a casa, su familia le recibió bien, pero su hermana estaba celosa y subió al cielo para que le diesen un niño. Allí, fue grosera con la anciana y no quiso escuchar a la hormiga: eligió un niño de rojo y se convirtió inmediatamente en un esqueleto. Sus huesos blancos cayeron a la tierra.
Un habitante de un oasis de la región de Tidikelt, sur de Argelia, dibujó esta representación de los mundos superior e inferior y del árbol cósmico en sus tres manifestaciones. Las formas de diamante probablemente representan los cuatro puntos cardinales de cada mundo.