Abundan los relatos sobre la construcción y posterior destrucción de enormes torres en todo el sur de África, desde Mozambique hasta Angola, y por lo general sirven como aviso de los peligros de la ambición excesiva. En la provincia Kasai del Zaire, por ejemplo, los luba cuentan que, en el inicio de los tiempos, los seres humanos vivían en la misma aldea que el Gran Dios, quien, cansado de sus ruidosas peleas, expulsó a sus vecinos humanos a la tierra, donde padecieron hambre y frío y conocieron la enfermedad y la muerte. Un adivino les aconsejó que regresaran al cielo para recuperar la inmortalidad, y empezaron a construir una torre gigantesca de madera. Al cabo de muchos meses llegaron al cielo y tocaron tambores y flautas para anunciar su éxito a los que se habían quedado en la tierra y animarlos a que los siguieran, pero los de abajo estaban demasiado lejos para oírlos. Sí los oyó el Gran Dios, que se enfadó, destruyó la torre y mató a sus musicales constructores.
También aparece una tone en el mito luba sobre la lucha entre Nkongolo, el cruel y despótico rey Arco Iris, y el príncipe Kalala Ilunga). Nkongolo intentó por diversos medios someter de nuevo a su enemigo, que había escapado del foso preparado por el rey. Primero envió a sus hombres en botes que cruzaron el río Lualaba con la orden de raptar al príncipe fugitivo, peto las aguas se elevaron y los perseguidores se ahogaron antes de llegar a la orilla. Después, el rey Arco Iris trató de construir una calzada de piedra sobre el río, pero la piedra se resistió a las herramientas de hierro. Por último, ordenó la construcción de una gran torre desde la que podría dominarse el país enemigo. Una vez construida, el adivino Majibu y otro hombre llamado Mungedi subieron a la cúspide y llamaron al fugitivo, pero Majibu, valiéndose de sus poderes mágicos, saltó al aire y aterrizó en la orilla opuesta del río, en territorio de Kalala, donde ayudó al príncipe a vencer a su enemigo. La torre se derrumbó y mató a Mungedi y a otros muchos seguidores del rey Arco Iris.