Algo pasó que provocó una separación entre los cielos y la tierra, entre Dios y sus criaturas: una desobediencia, una lucha, un error, el destino. La muerte llegó al mundo. Los seres humanos se equivocaron y provocaron la ira de Dios, quizás un mensaje de vida eterna enviado por Dios a la tierra fue trágicamente interceptado o malinterpretado y Dios, por algún motivo, se disgustó con las actividades humanas, o bien la vanidad humana triunfó sobre la modestia y la carencia de de egoísmo.
Tal vez se produjo una pelea o no se respetó una prohibición. Fuera cual fuese el motivo, se rompieron los vínculos con los cielos, los dioses abandonaron la tierra y el hombre se quedó en un entorno desgarrado.
Las gentes intentaron restablecer el contacto con los cielos, construyendo torres muy altas, pero éstas se desplomaron bajo su propio peso y bajo el peso de su insolencia. Y así se creó una brecha entre el cielo y la tierra, y la brecha se convirtió en abismo. Al final, la separación fue completa. Los seres humanos quedaron solos.