Inicialmente había relación entre Dios y los mortales creados, entre la morada divina y el hogar terrenal de los hombres. Había comercio entre los cielos y la tierra. La hija de Dios podía visitar la tierra y caminar entre los hombres. Y éstos podían ir a los cielos y visitar y estar con los dioses.
El dios creador se desplazaba a la tierra, trayendo nueva vida, reformando y perfeccionando el lugar que había creado. Se encontraba con los seres humanos, vivía entre ellos y éstos eran sus hijos. Les enseñaba, los castigaba y los recompensaba, en un esfuerzo por ordenar el lugar que había creado.
Las primeras conexiones estaban presentes, aunque no siempre eran seguras. Una diosa se arqueaba sobre la tierra, vigilándola y protegiéndola. Las cadenas, hilos, cuerdas, redes y árboles servían para conectar cielos y tierra, y Dios y los hombres permanecían bastante próximos entre sí. Wulbari (krachi: Togo), el dios creador, envió hombres y mujeres a la tierra por medio de una cadena.
Para los holoholo (República Democrática del Congo y Tanzania), un árbol gigantesco unía el cielo y la tierra. Una anciana (ronga: Mozambique) vio una cuerda que se desenroscaba de una nube. Subió por ella y se encontró en un lugar sobre el cielo, en una tierra similar a la suya. Cuando el alma abandona el cuerpo (berg damara: Namibia) toma un camino ancho que conduce al pueblo de la máxima deidad, Gamab, en los cielos.