La adoración de los dioses del norte se realizaba de muy diversos modos. En el magnífico templo de Upsala, en Suecia, donde se celebraban sacrificios, algunos de ellos al parecer humanos, había grandes estatuas de Thor, Odín y Freyr. En otros templos menos espléndidos los sacerdotes sacrificarían animales, en especial a Thor o a Freyr. El pueblo tenía devociones espectaculares, se ofrecían sacrificios a arboledas, peñas y rocas donde se suponía que residían dioses patronales. Lo más probable es que ese tipo de ofrendas fueran alimentos. Para tales ritos también se levantaban al aire libre sencillos altares de piedras amontonadas.
Los templos construidos con una advocación especial podían ser muy sencillos, incluso se escogían parajes naturales sagrados como Helgafell (montaña santa) en el oeste de Islandia. Thorolf Mostur-Beard, devoto de Thor, adjudicó a esta montaña una condición tan sagrada que nadie podía mirarla sin haberse purificado y en ella no podía herirse a ninguna criatura viviente.
Este mismo Thorolf siguió también la extendida costumbre de lanzar por la borda los pilares de troncos de su alto asiento al acercarse su barco a Islandia a fin de permitir a Thor que le guiase al lugar en que había de hacer su casa. Thorolf consagró el lugar así escogido por Thor haciéndolo tan sagrado que nadie podía mancillarlo vertiendo en él sangre o excrementos.