Un día, Tor perdió su martillo, única arma eficaz contra los gigantes. Loki adoptó la forma del halcón de Freyja y fue en su busca.
Regresó con la noticia de que se encontraba en poder del gigante Thrym, que lo había enterrado a gran profundidad y se negaba a devolverlo a menos que la diosa Freyja fuese su esposa.
Freyja se enfureció tanto que destrozó su célebre collar. El sabio Heimdall le aconsejó a Tor que se disfrazase de Freyja con velo de novia y fuese con Loki a Jotunheim, el reino de los gigantes.
Tor accedió, a regañadientes, y partió con Loki en su carro, en compañía de rayos y truenos. Los gigantes recibieron encantados a la novia, pero se quedaron un tanto sorprendidos al ver su apetito en el banquete nupcial y sus feroces ojos, que centelleaban tras el velo.
El astuto Loki, disfrazado de sirvienta de la novia, los tranquilizó asegurándoles que la insólita conducta de Freyja se debía a que no comía ni dormía desde hacía ocho noches, consumida por el deseo de casarse. Cuando trajeron el martillo y lo depositaron en el regazo de la novia para bendecirla, Tor aprovechó la oportunidad: cogió el arma, liquidó al novio y a los invitados y regresó triunfal a Asgard, en compañía de Loki.