El principal dios escandinavo de la fertilidad y la abundancia es Freyr, nombre que significa «señor», posiblemente empleado como título. Es uno de los Vanir, un grupo de deidades masculinas y femeninas asociadas fundamentalmente con las profundidades de la tierra y del agua enfrentadas a los Aesir, dioses del cielo. Los Vanir llevaban paz y prosperidad a la tierra y apoyaban a los señores de la tierra mientras no cometieran ningún delito. El culto a Freyr gozó de popularidad en Suecia en la época vikinga y se propagó poco a poco hasta Noruega e Islandia. En las sagas islandesas aparecen familias que adoraban al dios y lugares consagrados a él. Al igual que Odín y Tor, Freyr proporcionaba ayuda y consejo, y la adivinación desempeñaba un papel importante en su culto. Seguramente, se identificó con él a los reyes Yngling de Upsala, Suecia, tras su muerte, y se creía que estos monarcas habían traído la prosperidad a la tierra. Se depositaban ofrendas de oro y plata en el túmulo de Freyr y se llevaba la imagen del dios en un carro por Suecia para que bendijera las granjas, al igual que viajara por Dinamarca la diosa de la tierra Nerthus varios siglos antes, según el romano Tácito.
Uno de los símbolos de los Vanir era el jabalí de oro, que recorría el cielo y penetraba en la tierra bajo la forma del sol. Aunque no era dios del cielo, Freyr vivía con los Aesir, y el sol desempeñaba un importante papel en su culto. Era dios de la paz, pero los guerreros llevaban el símbolo del jabalí en los yelmos como protección en la batalla. Los yelmos con jabalíes de los reyes suecos de Upsala (los Ynglings) constituían tesoros nacionales. También los caballos estaban consagrados a Freyr, y se creía que el dios guardaba varios en su templo.
Otro de los símbolos de los Vanir era el barco, y Freyr tenía uno especial, en el que viajaba a donde deseaba: podía albergar a todos los dioses, pero cuando no se utilizaba se doblaba y se metía en una bolsa. A partir del siglo VII las familias reales y también las gentes de menor rango celebraban funerales en los barcos: se enterraba a hombres y mujeres en navíos o botes, o se les incineraba con ritos crematorios, costumbre de la que se desprende una posible relación con el culto a los Vanir. El padre de Freyr era Njord, deidad de cierta importancia en la época vikinga asociada con los barcos y el mar. Su madre era Skadi, diosa misteriosa que viajaba sobre esquíes y cazaba en los bosques septentrionales. Un fascinante fragmento poético narra la ruptura del matrimonio de Njord y Skadi: el marido no soportaba vivir lejos del mar, mientras que la diosa sólo era feliz en las montañas.
Freyr cortejó a Gerd, hermosa muchacha de los infiernos, hija de un gigante, y se casó con ella. Su unión podría simbolizar el calor del sol que penetra la tierra y produce maíz, y las laminitas de oro con las figuras de un hombre y una mujer abrazados o con una rama con hojas entre ellos, halladas en los cimientos de casas y en emplazamientos sagrados, podrían representar este matrimonio del dios y la diosa de los Vanir.
Aparte de Freyr y Njord, quizá también pertenecieran a los Vanir Balder y Heimdall, llamado el Dios Blanco. Heimdall estaba vinculado al mar y le habían dado a luz nueve doncellas gigantescas. En un antiguo poema aparece engendrando niños en el mundo humano. Se vincula con Freyr al germánico Ing, considerado fundador de la dinastía de los Yngling.
Las diosas son también miembros importantes del grupo de los Vanir y por lo general se las representa como hijas de gigantes de los infiernos. Existían además los elfos, frecuentemente mencionados en la poesía junto a los Aesir, y los espíritus de la tierra, seres sobrenaturales adscritos a determinados lugares que podían prestar ayuda a los labradores y pescadores. Había asimismo gigantes sabios (distintos a los gigantes del hielo), capaces de recordar las épocas más primitivas, antes del advenimiento de los dioses del cielo.
Ningún monarca podía olvidarse de los Vanir, porque se creía que las buenas cosechas y los reinados prósperos dependían de su beneplácito, y se conservan relatos sobre los primeros reyes que fueron depuestos o incluso asesinados por el pueblo cuando los dioses les negaban buenas cosechas.