Cuando los dioses establecieron el reino de Asgard vieron que necesitaba una muralla alrededor.
Un hábil artesano se ofreció a construirla, pero exigió en pago la luna y el sol y a la diosa Freyja como esposa. Los dioses accedieron a condición de que acabase la obra en un invierno y de que no le ayudara ningún hombre, convencidos de que la empresa estaba fuera del alcance de sus posibilidades y de que no tendrían que pagarle. Pero el constructor contó con la ayuda de su caballo, un semental de gran fuerza e inteligencia que por la noche izaba piedras y realizaba el doble de trabajo que su amo. Para consternación de los dioses, la muralla estaba casi acabada tres días antes de la llegada de la primavera. Le echaron la culpa a Loki, quien les había convencido de que firmaran el acuerdo, y fue él quien decidió actuar. Se transformó en yegua y el semental lo siguió, de modo que la muralla no se llegó a terminar. El constructor se encolerizó terriblemente, y al descubrir que era un gigante enemigo de Jotunheim, los Aesir (dioses del cielo) acudieron a Tor, que lo mató con su martillo. El fruto de la unión de Loki con el caballo fue un potro gris con ocho patas, Sleipnir, la famosa montura de Odín, con el que cabalgaba entre los mundos.