LA COSMOLOGÍA DE LA ÉPOCA VIKINGA

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El Árbol del Mundo y sus dominios

Los poemas mitológicos islandeses reflejan un profundo interés por la creación del mundo y su destrucción y recreación definitivas. Se representa la tierra como un círculo de tierra rodeado por el océano. En las profundidades del océano yace la Serpiente del Mundo, y en el centro de la tierra hay un magnífico árbol, el Fresno del Mundo, Yggdrasil, cuyas raíces descienden hasta los infiernos, y por encima de él borbotea un torrente, fuente de la sabiduría oculta. Una ligera ardilla recorre el tronco de arriba a abajo, transmitiendo mensajes entre el águila de la copa y la serpiente que roe las raíces. Un ciervo se alimenta de sus ramas, y de sus cuernos surgen tumultuosos ríos. También pasta aquí una cabra, que no da leche sino aguamiel para los guerreros del palacio de Odín. Yggdrasil probablemente significa Caballo de Ygg, uno de los nombres de Odín, dios que, según el mito, se autoinmoló, colgándose del árbol, para obtener poder sobre las runas que concedían el conocimiento a quienes sabían interpretarlas. De Yggdrasil cae rocío sobre la tierra, y sus frutos ayudan en los partos. Es el árbol guardián de los dioses, que se reúnen en consejo bajo su dosel, y símbolo de la universalidad, que vincula las diferentes razas de seres y constituye el centro de nueve mundos. Cabe la posibilidad de que la concepción anterior del universo se basara en este árbol, sobre el que se asentaban nueve mundos superpuestos.

A partir de los datos con que contamos resulta difícil trazar un diagrama o mapa cosmológico consistente, y no cabe duda de que existían diversas tradiciones. Se dice que dos razas de dioses, los Aesir (dioses del cielo) y los Vanir (dioses de la tierra) moran en Asgard, situado en los cielos; pero los Vanir también tienen sus propios dominios, Vanaheim, debajo de la Tierra. Entre las raíces del árbol se extiende Jotunheim, el país de los gigantes, y existe también un reino de los muertos, gobernado por Hel, hija de Loki el embustero. En los poemas se habla asimismo de otros mundos: el de los elfos y los enanos, el de los héroes del palacio de Odín y las misteriosas Poderosas Potencias (quizá las Parcas). Jotunheim se encuentra debajo de Asgard, pero puede accederse a él tras un largo y peligroso viaje por tierra, y hay otra ruta que une Asgard con el reino de los muertos. El puente de acceso a Asgard, Bifrost, está protegido contra los gigantes: se dice que es el arco iris, que une cielo y tierra, pero en sus orígenes quizá coincidiese con la Vía Láctea. Los mitos crean un vivo cuadro del tránsito constante ente los mundos, con peligrosos periplos por vastas regiones.

En el principio había un gran abismo, Ginnungagap, el Vacío Absoluto (o quizá Engañoso), lleno de energía latente. De la unión de capas de hielo y chispas de fuego nació el gigante primordial Ymir, ser andrógino, cuyo cuerpo engendró a los gigantes y al primer hombre y la primera mujer. El gigante fue amamantado por una vaca primordial que chupó los bloques de hielo salados hasta que surgieron los Hijos de Bor, tres dioses creadores que mataron a Ymir y formaron la tierra con su cuerpo, el mar con su sangre y el cielo con su cráneo. Mantenían el cielo en alto cuatro enanos, seres que se criaban como gusanos en la tierra. Según otra tradición, cuando los tres dioses dieron forma, aliento y entendimiento humanos a dos árboles situados a orillas del mar crearon un hombre y una mujer.

A continuación, los dioses establecieron el orden, situaron el sol y la luna en sus correspondientes trayectorias, instituyeron leyes, construyeron hermosos palacios en Asgard y configuraron objetos de oro. Al principio se enfrentaron dos grupos de dioses, los Aesir y los Vanir, pero dictaron una tregua que se aprovechó para elaborar el aguamiel de la inspiración, uno de los tesoros de los dioses. Otro, que les mantenía jóvenes, eran las manzanas de oro, custodiadas por la diosa Idun, y algunos habían sido forjados por los enanos: Odín tenía un anillo de oro, Draupnir, del que se desprendían ocho anillos más cada nueve noches, y una lanza, Gungnir, que regía los destinos de la guerra. Tor poseía una potente hacha-martillo, Mjollnir, que provocaba el rayo, y los Vanir Freyr y Freyja un jabalí de oro que corría por el cielo y los infiernos, así como un barco mágico al que siempre favorecían los vientos.

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