Aunque se rendía culto a Ares, dios de la guerra, en todo el mundo griego, existen muy pocos mitos sobre él. Hijo de Zeus y Hera, normalmente se le representa como un guerrero fuerte, incluso brutal, pero en la mitología figura fundamentalmente como amante de Afrodita, gran diosa del amor y del deseo. El nombre de Afrodita significa «Nacida de la espuma»: se creía que surgió de la espuma del mar en el punto en el que habían caído los genitales cortados de Urano. La llevaron a Citera, en Chipre, donde sus sirvientas, las Gracias y las Estaciones, le pusieron adornos y aceites. Se le solía llamar «amante de la risa» y se la asociaba con todos los aspectos de la sexualidad, el matrimonio y la atracción física. En ocasiones se la representa desnuda y acompañada por Eros, el dios alado del deseo.
Afrodita estaba casada con el dios-artesano Hefesto, pero tuvo varios amantes. La historia de su aventura con Ares se cuenta en La Odisea. Helios, el sol, descubrió a Afrodita y Ares juntos y se lo dijo a Hefesto, que fabricó una red prodigiosa, fina como una telaraña y resistente como el diamante, la dejó caer sobre los amantes y los capturó en pleno adulterio. Triunfal, Hefesto convocó a los dioses para que fueran testigos de aquel escándalo, pero ellos se rieron, y Hermes y Apolo comentaron que valía la pena sufrir aquel bochorno con tal de acostarse con Afrodita. Ares quedó libre tras acceder a dar a Hefesto una recompensa, y Afrodita y él abandonaron el lugar, avergonzados.
Otro de los amantes de Afrodita fue Adonis, un cazador joven y guapo. La diosa le previno de los peligros de la caza, pero él siguió yendo a los bosques y un día lo mató un jabalí, que le corneó en la ingle. Todos los años, en la festividad ateniense de las Tesmoforias, se entonaban cantos rituales de lamento por Adonis.