La religión helénica no tuvo libros sagrados ni siquiera sacerdotes exégetas que le explicaran, conservando con rigor su esencia. La creencia, pues, sin fijarse en un texto inmutable, quedó entregada a los vaivenes y exorbitancias da la imaginación popular y a la fantasía de cuarenta y dos grados de los poetas y artistas. Los cuales, para acercarse siquiera por significación o simbolismo a les dioses, poblaron los alrededores del Olimpo y las tierras más felices de semidiosas y de héroes.
Seres nacidos de la unión carnal de un dios y de una mortal o de un mortal y una diosa. Seres con una naturaleza que mezclaba inmortalidades y miserias
A estos semidioses no se les podían dedicar sacrificios ni libaciones, pero si oraciones y honras fúnebres
Héroes eran criaturas excepcionales por sus hazañas y servicios, jefes de expediciones audaces, fundadores de ciudades, patronos de familias o de corporaciones y hasta hombres que habían sido notables únicamente por su belleza física.
Semidioses fueron:
Los semidioses eran genios tutelares que velaban por sus adoradores socorriéndolos en las desgracias y enviándoles sueños proféticas.
Los héroes, semejantes a los santos, intercedían a los dioses én favor de los mortales.
Los griegos, en general, adoraban a todas aquellos seres que, a su parecer, habían traspasado la medida común de una manera o de otra. Las apariciones de estos semidioses y héroes a los mortales eran tan frecuentes como la de las santos durante la Edad Media. Y el signo más cabal de la amistad entre dos ciudades-era que una y otra asociaran en el mismo culto a los héroes propias, de entrambas.