Entre los dioses romanos había algunos que iniciaron su vida como mortales. El fundador de Roma, Rómulo, fue supuestamente deificado tras su muerte y pasó a ser el dios Quirino. Según el mito, desapareció misteriosamente y después se presentó en sueños a un ciudadano y le explicó que lo habían raptado y se había unido a los dioses.
En época posterior, el Senado romano divinizó formalmente a muchos personajes al morir, y en algunos casos también a sus esposas e hijos. El emperador Vespasiano dijo bromeando en su lecho de muerte: «Ay, creo que me estoy convirtiendo en dios.» Al igual que a los inmortales, se rendía culto a estos emperadores divinos, que tenían templos consagrados a ellos.