Una de las deidades más extraordinarias introducidas en Roma fue la "Gran Madre" -o "Magna Mater"-, nombre latino de la diosa de la fertilidad frigia Cibeles. Su culto se introdujo en Roma en el 204 a. C. a sugerencia de un oráculo.
En una versión del mito, obra del escritor cristiano Arnobio (siglo IV d. C), Cibeles nacía de una gran roca en Frigia (la roca de la que Deucalión y Pirra tomaron las piedras que se convertirían en seres humanos). Zeus atacó a Cibeles y lanzó semen en la roca, que quedó fecundada. La roca alumbró a un hijo, Agdestis, una criatura violenta e indomeñable. Dioniso lo embriagó con vino e hizo que surgieran vides de sus genitales. Agdestis tropezó con las vides y se arrancó los genitales. De la sangre brotó un granado, cuyos frutos dejaron encinta a una joven muchacha. Su hijo, Attis, se convirtió en el favorito de Cibeles y Agdestis lo protegió. Cuando el rey de la capital de Frigia consiguió que Attis se casara con su hija, Agdestis, enfurecido, enloqueció a los invitados al casamiento, y uno se castró a sí mismo. También, Attis, muy turbado, se castró. Todo ello resulta muy extraño, y los elementos inquietantes de autocastración y de desvarío extático se reflejaron en las prácticas rituales de los seguidores de la "Magna Mater".