La diosa madre y la diosa de la Luna proliferaron en zonas con sistemas matrilineales, pero en las sociedades patrilieneales, las deidades femeninas tendían a ser complementarias de los dioses masculinos o espíritus maliciosos.
Entre las diosas serpiente benéficas hay que citar a Kagauaha de San Cristóbal y la diosa pitón Niniganni de Nueva Guinea, que recompensaba con la fortuna a sus seguidores.
Las diosas creadoras asesinadas solían ser la fuente de productos vegetales. Uti, de Mangaia, escudriñó la tierra en busca de alimentos y enseñó el arte de la pesca nocturna.
Eran también corrientes los espíritus femeninos depredadores y caníbales, sobre todo en las islas exteriores de Polinesia. En las Marquesas, las Vehine Hae, o mujeres salvajes, siempre intentaban robar o raptar hombres vagabundos. Se dice que algunos espíritus vagabundos de Tonga o las Gilbert estrangulaban a los mortales con los que hacían el amor.
Los mitos maorí, los de Tuamotu y Tahití hablan de diosas caníbales. Estas diosas depredadoras pueden explicar por qué los samoanos y tahitianos solían tener diosas guerreras. Nafanua, la principal diosa de la guerra de Samoa, fue considerada un hombre hasta que sus pechos quedaron al descubierto en una batalla. To'imata, Aitupuai y Mahufaturau eran tres doncellas guerreras que acompañaban a su padre 'Oro.
Las diosas del volcán, como Pele en Hawai, compartían algunas de las características de la Diosa Madre y los espíritus malignos.