Quizá el ser mitológico de Oceanía más conocido en Occidente sea Maui, embustero y héroe cultural polinesio cuyos actos, voluntarios o involuntarios, destruyen los esfuerzos de otros y provocan el estado actual de cosas. Es rebelde y seductor y derriba las jerarquías establecidas. Se burla de las convenciones del orden social y de las costumbres del tapu (tabú) y representa el poder del débil sobre el poderoso y del hombre corriente y el marginado sobre el privilegiado.
Maui nació prematuramente. Según la versión del mito que se cuenta en el atolón de Arawa, su madre lo envolvió en un mechón de su cabello y lo arrojó a las olas, pero lo salvó el sol, o Tama del Cielo, y volvió a reunirse con ella. Una de las primeras proezas de Maui consistió en retrasar el viaje del sol golpeándolo con la mandíbula encantada de su difunta abuela con el fin de ofrecer a su madre más luz diurna para que confeccionase tela de tapa (corteza de árbol). En el resto de Polinesia se dice que Maui lo hizo para dar a la gente más tiempo para cocinar los alimentos.
Al igual que Souw y Sosom en Melanesia, Maui interviene en la pérdida humana de la inmortalidad, circunstancia que gira en torno a un bochornoso incidente sexual. Maui va a los infiernos y se topa con Hine-Nui-Te-Po, la gigantesca diosa de aquel reino y de la muerte. Ordena a sus acompañantes, las aves, que guarden silencio mientras despoja a la diosa de sus ropas e intenta penetrarla, convencido de que así vencerá a la muerte. Pero una de las aves no puede contener la risa al ver a Maui medio atrapado en la inmensidad de la deidad, que se despierta y le mata. En la versión que se cuenta en Arawa, el propio padre de Maui le convence de que si penetra a la diosa durmiente por la vagina y sale por la boca obtendrá la inmortalidad. También en este caso un ave se echa a reír cuando Maui se esfuerza por entrar en la diosa, que se despierta y lo mata, aplastándolo en el interior de su cuerpo. Ambos relatos tienen la misma conclusión: los humanos no pueden obtener la inmortalidad a causa de la transgresión de Maui.
Maui no siempre aparece como personaje subversivo. Se cuenta que también creó la tierra (es decir, las islas), que izó del lecho marino con su sedal. En la versión del mito del archipiélago de Tuomotuan, Maui acompaña a sus hermanos a pescar en alta mar. Como al cabo de un buen rato no ha picado ningún pez, deciden echarse la siesta y mientras están dormidos Maui tiende su caña.
Cuando se despiertan los hermanos, tiran de la caña de Maui y descubren que ha cogido un pez tan grande que gritan, atónitos: «¡No es un pez, sino una isla!» El pez rompe el sedal y escapa y vuelve a ocurrir lo mismo otra vez, pero después Maui agarra al pez por un extremo y el animal se transforma en la isla de Hawaiki, o Te-ika-a-Maui, el Pez de Maui (se forma de pastinaca).
La canoa que se empleó en esta excursión está varada en la cima del monte más alto de la isla, Hikurangi, y el anzuelo de Maui se transformó en la bahía de Hawke.
Otra de las hazañas de Maui consistió en robar el fuego para los humanos a su guardiana, la heroína-antepasada Mahui-ike, que vivía en los infiernos. Maui la convenció de que se quitara sus uñas ardientes, fuente del fuego, hasta que sólo le quedó una, que arrojó al suelo, provocando un incendio.
Maui convocó a la lluvia, que apagó las llamas, pero Mahui-ike salvó unas chispas lanzándolas a los árboles. Así, las gentes aprendieron a hacer fuego con leña.