Los relatos sobre el tránsito entre la tierra y el cielo constituyen parte importante de la mitología de Oceanía, sobre todo de Micronesia y Melanesia. En Melanesia abundan los mitos sobre seres celestiales, especialmente en las montañas centrales de Papúa. Los kewa creen que tales seres suelen estar apartados de los asuntos de los mortales, pero las mujeres celestiales bajan a veces a la tierra para recoger el ocre rojo destinado a la decoración corporal. El trueno, la niebla, las nubes y el rayo anuncian el descenso de estos seres, y los kewa evitan internarse en el bosque en tales circunstancias.
Las aves con significado mágico o espiritual aparecen con frecuencia en los mitos sobre el cielo. En un relato melanesio, un joven dispara una flecha contra un ave del paraíso y el animal echa a volar con el proyectil clavado. El joven lo sigue y descubre un sendero que lleva a una aldea del cielo, en la que ve a un hombre arrancándose una espina de un pie. El cazador comprende que el hombre es el pájaro sobre el que ha disparado. En otros mitos, un hombre cree haber matado a un ave de vivos colores, pero descubre que se trata de una joven, con la que se casa.
Iolofath, u Olifat, el tramposo más célebre de Micronesia, es una figura destacada en los mitos de la región sobre el cielo. En el atolón de Ulithi se cuenta un relato sobre una mujer que tiene un hijo de un hombre de Lang, el reino de los cielos. La hermana mayor de la madre maltrata al niño, y éste regresa al cielo, donde lo adopta Iolofath, el sol. Thilefial, que así se llama el niño, baja por última vez a la tierra para vengarse de su tía; la mata con una lanza y vuelve con Iolofath.