En las religiones africanas, el dios creador adopta formas diversas. Puede haber un único Dios o un panteón. Dios puede ser un ser totalmente positivo o una fuerza dual formada por bondad y maldad, orden y caos. Dios puede ser un burlón divino, sublime pero también devastador, un espíritu de orden y de desorden, unas veces creador y otras destructor. El burlón divino es un símbolo del periodo de transformación que caracteriza la Edad de creación: al pasar de la edad perfecta de oro a la actual, incorpora también los cambios y pasa de la perfección del dios creador (el lado creativo del burlón divino) a la imperfección del hombre (su lado destructor).En la época actual, la parte divina de este burlón se ha esfumado y sólo queda la profana, un personaje impredecible cuya creatividad residual puede aún verse en las ilusiones que provoca, y cuya amoralidad queda bien patente en su conducta desenfrenada, con frecuencia antisocial. Del caos sale el orden, la lucha entre ambos principios, entre creatividad y destrucción. Esta lucha cosmológica originaria es también nuestra ley. El dios dual es cualquiera de nosotros que lucha con los dos aspectos de su naturaleza. La superación del caos y la ordenación del mundo es nuestra promesa y nuestra esperanza, pero el burlón divino y el burlón profano, siempre amoral y dispuesto a oscurecer el orden con el caos, forman también patee de nosotros.