Los antepasados míticos de los incas salieron de tres cuevas en Pacarique-tambo («el lugar de los orígenes»), cerca de Cuzco. Eran tres hermanos y tres hermanas, vestidos con mantos y camisas de lana fina, que llevaban vasijas de oro.
Uno de los muchachos, Ayar Cachi, incurrió en la cólera de sus familiares al hacer grandes alardes de fuerza lanzando piedras con su honda para dar forma al paisaje. Celosos de semejante poder, sus hermanos lo convencieron de que regresara a Pacariquetambo para recoger una copa de oro y la llama sagrada y sellaron la cueva. Pero Ayar Cachi escapó, se apareció a sus hermanos y les dijo que a partir de entonces debían llevar pendientes de oro en señal de su condición regia y que lo encontrarían viviendo en la cima de una montaña llamada Huanacauri. Sus hermanos y hermanas subieron a la montaña, donde volvió a aparecérseles Ayar Cachi, que se transformó en piedra. El tercer hermano, que se autoimpuso el nombre de Manco Capac, fundó la ciudad de Cuzco (con la ayuda de un cayado de oro, según ciertas versiones) en el enclave en el que se alzaría más adelante el Templo del Sol, Coricancha.
Las diversas formas de este mito coinciden en las prerrogativas de la dinastía real inca, como el matrimonio del emperador con su hermana, los ropajes de la nobleza y los orígenes de los santuarios y las peregrinaciones a las montañas sagradas.