En la mitología celta aparecen diversas criaturas, sean salvajes o domesticadas. Oisin y Lanval son transportados al otro mundo en magníficos caballos blancos; Ulster y Connacht se representan como toros enfrentados; Culhwch está relacionado con los cerdos; Etain se convierte en una bella mariposa; Finn recibe el conocimiento de un salmón; las penas de Deirdre se inician cuando ve a un cuervo bebiendo la sangre de un ternero descuartizado; san Patricio se presenta en forma de ciervo; y Pwll pasa al otro mundo mientras da caza a un ciervo.
Los animales tenían un papel muy importante en la vida de los celtas, como se refleja en sus relatos. Los caballos, por ejemplo, eran animales llenos de prestigio y admirados por su belleza, rapidez, bravura y vigor sexual. Por ello se convirtieron en símbolo de los guerreros selectos de la aristocracia. ¿Qué mejor animal para llevar a un héroe al otro mundo? El ganado vacuno cubría la mayor parte de las necesidades cotidianas de los celtas: carne, productos lácteos, cuero, huesos y cuernos para hacer herramientas. Los bueyes eran básicamente animales de tiro, mientras que los toros reflejaban la fuerza y la riqueza de sus propietarios.
La caza era tanto un deporte como una actividad prestigiosa, y entre el cazador y su pieza se establecía un lazo espiritual. De modo semejante se trataba con respeto a animales como el jabalí, cuya carne estaba presente en los festines. Los sacrificios de animales conmovían al otro mundo.