Los místicos seguidores de Dioniso eran los sátiros, mitad hombre y mitad cabra con cola de caballo. Sus seguidores, tanto en el mito como en la realidad, se llamaban bacantes (mujeres de Baco) o ménades (mujeres posesas).
Los sátiros eran adictos al vino, la fiesta y la lujuria, y solía representárselos desnudos, con continua excitación sexual. Perseguían a las ménades, pero también consumaban su deseo con cualquier ser o incluso con objetos inanimados. Las sátiras teatrales atenienses eran comedias subidas de tono que por lo general se representaban después de una tragedia, con un coro de hombres vestidos de sátiro. En Atenas se representaban obras teatrales en dos festivales de Dioniso, las Dionisías y las Lenias. Su culto se caracterizaba por una liberación extática producida por el baile, la música y el vino, y de aquí deriva uno de los epítetos rituales del dios: Lusio (el liberador).
Las ménades se vestían con pieles de sátiro, se adornaban con guirnaldas de hiedra y llevaban un tirso o cayado adornado en un extremo con una especie de piña. Se reunían en grupos rituales para ir a las montañas, donde se entregaban al canto y el baile en honor del dios hasta el agotamiento. Se decía que eran capaces de descuartizar un animal con las manos desnudas y después comerlo.